Cambios – Parte Uno

Quizá lo natural en el ser humano sea la continuidad y no el cambio. En algo ayudaría a explicar que por cientos de años un puñado de enviados de Dios dominaran extensísimos imperios y miles de voluntades. Lo sobresaliente de la Historia son las revoluciones, no los largos periodos de continuidad. En México aún estamos digiriendo lo que significa el cambio político y la alternancia democrática. No nos cuadra muy bien, ni a nosotros, ni a los políticos. Pero le hacemos al juego.

Porque resulta que a veces los cambios traen consigo consecuencias positivas, o inesperadas. Existe un miedo primordial al cambio por razones psicológicas que nos orillan hacia la comodidad y lo controlable. Quizá perdimos ese espíritu aventurero masivo desde que decidimos volvernos sedentarios. Ahí el hombre descubrió que podía más o menos controlar su entorno y vivir con sus propias decisiones, sabiendo que iba a despertar al día siguiente, teniendo un par de certezas. Porque la incertidumbre puede llevar a la parálisis, y la parálisis, a la muerte.

El miedo al cambio es un fenómeno conocido y que se expresa de las más distintas macro y micromaneras en nuestro mundo. La semana pasada tuvimos oportunidad de atestiguar el final de dos historias, hecho que produce en miles esta misma incertidumbre y miedo de cara al futuro, de cara a los cambios que ahora se antojan necesarios.

El Real Madrid ha vivido las últimas 3 temporadas bajo la mano dictatorial de José Mourinho, un entrenador portugués que fue contratado con la misión explícita de arrebatarle al Barcelona, archirrival de por vida, el dominio del fútbol mundial. Ese ambicioso objetivo se centraba sin embargo en 3 tareas: ganarle la Copa, ganarle la Liga y ganar la Champions League. Se suponía que con Mourinho esto sería sencillo: una temporada antes de haber fichado por el Real Madrid, el portugués había ganado la liga con el Inter de Milán, que después eliminaría al Barcelona de la Champions (privándole de jugar la final en el estadio del Real Madrid) y se coronaría en este mismo torneo. No parecía haber nadie más indicado para la misión desesperada del Madrid.

Ahí el miedo no era al cambio, sino a la inmovilidad. El equipo, la afición y la directiva estaban dispuesto a todo para no continuar detrás del Barcelona en cada rubro.

Como solterona amillonada, el Real Madrid se colgó del cuello de Mourinho como si fuera su última oportunidad de ser relevante,  y poco a poco fue cediendo a sus demandas, que cada vez amasaban más poder en la figura del entrenador. Si bien el camino empezó con algunos baches (el 5-0 que le propinó el Barcelona al Madrid en la primera visita de Mourinho como entrenador blanco al Camp Nou), la confianza del vestidor y de los aficionados fue in crescendo hasta logar arrebatarles la Copa del Rey y ganarles la Liga en su propio estadio.

Pero lo que en realidad deseaba la afición española era el título de Champions League, el torneo que cimentó la leyenda europea del equipo y del que a la fecha es el máximo ganador, con 9. El último de estos títulos llegó en 2002, tras una espectacular volea de Zinedine Zidane que todos los fieles de la iglesia madridista deben haber visto al menos 10 veces.

11 años después, y 3 semifinales perdidas con Mourinho, la Champions no llega para el conjunto de la capital española. Quizá sea el punto final de una historia de amor que empezó siendo dependencia. En el último juego de semifinal, el Real Madrid se quedó a un gol de alcanzar la final europea, pero gracias al empuje final y el corazón volcado en los últimos minutos por grada y equipo. No por Mourinho. Eso quedó claro para los millones que seguían el partido, pero también para los directivos y el equipo. Por si fuera poco, las primeras declaraciones del portugués acabando el encuentro hacían referencia a su futuro, no al del equipo. Se dijo poco amado (de nuevo el tema del amor) y empezó a deshojar la margarita públicamente.

Así llegó lo que parece ser el final de esa historia, y donde un cambio se antoja necesario, para revitalizar el vestuario y para darle frescura a un equipo que más de una ocasión se involucró en peleas, orgullos, amores y tristezas.

¿Que sin Mourinho el Madrid volverá a quedarse estancado en los octavos de la Champions? No lo sabemos. ¿Que si a él se debe el éxito del Madrid en estos años? Tampoco.

Lo que queda claro es que se trata de los capítulos finales de una historia que, como cualquiera de amor, resulta incierta y por ende, dolorosa. No nos gustan los cambios. Aun cuando sabemos que son necesarios.

José Mourinho e Iker Casillas

José Mourinho e Iker Casillas

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El Cafetín de las 5

Revista cultural con sede en la Ciudad de México. 25 de abril 2011